Mientras tanto, los llamados de los consultorios a los pacientes continuaban, pero eso no era obstáculo para seguir escuchando.
Néstor nos acompañó y sacó las fotos, y todos estuvimos disfrutando de una nueva confirmación de que todo espacio es posible para compartir historias.
Historias de gatos, de gallinas enamoradas,
de papas rebeldes y señores con pájaros en la nariz.
Por un rato, el hall del hospital fue un lugar de palabras y de imágenes.
Después volvió a su cotidianeidad.
Aunque eso sí, todos lo notaron un poquito cambiado.
Si alguno de los presentes ese viernes lee este blog, desde aquí gracias por las caras, los ojos y las sonrisas.
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