lunes, 6 de octubre de 2008

BALANCE?

Cada experiencia deja marcas, confirmaciones y replanteos. Aprendizajes. Los viajes constituyen una experiencia múltiple, tanto más cuando nos permiten convivir lo cotidiano en los lugares que visitamos. En nuestro viaje al sur tuvimos esa oportunidad magnífica, por hacer lo que amamos hacer, contar, y a cambio, pasar de pueblo en pueblo, de escuela en escuela.
A la hora del balance
¿Qué llevamos? Historias, palabras, construcciones de aire, emociones y pasión por lo que hacemos. Convicción.
¿Qué nos trajimos? Tantísimo más, que no nos cabía ni en las valijas, ni en el cuerpo. Descontados los paisajes, hablemos de las sensaciones, de la gente, de la generosidad.
En Madryn, Bruno Di Benedetto, enorme amigo, laburante hasta la propia inconveniencia, gestor y creyente de los Cuentos para el Principio del Mundo, -nombre del Encuentro de narradores aportado por Angélica-, y el encuentro y los desencuentros, y los aprendizajes a como dé. La disposición total de Martín Di Benedetto. Y otra vez la generosidad por el lugar que nos dieron en el Encuentro de Escritores, gracias por compartir la palabra y los actos.
Salimos disparados a seguir contando rumbo a la cordillera.
Charla en el micro que nos llevaba de Madryn a El Bolsón, donde seguiríamos dando funciones y talleres:
Damián Berón, escritor :"Y... no se vendrían un día para El Hoyo, yo trabajo en una escuela y podríamos dar la función en el auditorio del pueblo que es nuevito..."
Y fuimos, y también, antes, la escuela 194, la de La Isla, una escuela que intercalamos entre las funciones de la mañana y la tarde, en Lago Puelo, y luego, el penúltimo día, el único libre, La Escuelita, en el paralelo 42, límite entre Río Negro y Chubut, levantarse muy muy temprano para compartir el día desde el principio con los chicos.
Y todo esto, sin especulación, de onda, gratis, free, gratarola, como lo quieran llamar. Cuando uno lo escribe, parece imposible. Y no les estoy contando todo. No les dije nada del restaurante soñado donde comíamos todos los días, Calima, en Puelo. De la generosidad enorme de Carlos y Tecla, su mujer y sus hijas hermosas, Chloe y Noah. De mi inmensa amiga Silvia Rodríguez, escritora de El Bolsón y su esposo Héctor, que nos llevaba a todos lados turnándose para atender Monteviejo, su exquisito negocio de artesanías. Y la gente de Jauja, el restaurant de El Bolsón.Si esto parece publicidad, en buena hora, porque es gente que lo merece. Como los dueños de El Hostal del Lago, donde nos alojaron, a metros de la entrada al Parque Nacional Lago Puelo.
Y toda la gente que conocimos, los muchachos de las secundarias, los chicos de primaria y de jardín, la gente del Instituto del Profesorado, la gente que nos invitaba a sus casas, sin conocernos, porque nos vio contar, nada más. "¿Ustedes son los narradores, no? ¿No se vienen a tomar un mate?"
Silvia Ponce, María Laura Vázquez, Angélica Azkar, Martín Corona, Oscar Gay, Inés Martino saben que cada cosa que escribí sucedió. Y también saben cuántas cosas no llegué a escribir por no saturar a quien esto lea. Todo es ganancia.

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