Esta nota sale fresca en más de un sentido. La escribo apenas arribada desde Ushuaia, adonde viajé para cumplir con talleres y presentaciones. Ushuaia, con toda la belleza de su bahía y el glaciar Martial que le cubre las espaldas, ofrece un atractivo extra. Está nevando, y cómo. Muy oportuna la nevada, ya que dentro de tres días se celebrará la noche más larga del año. Es el fin de semana del 20 de junio.
Estamos a jueves 17 y el plan de trabajo coordinado con ALIJA sede Ushuaia incluye narración en escuelas secundarias, primarias, de adultos; taller de dos jornadas a bibliotecarios y docentes, presentación en un pub, y, según mi pedido, en cualquier otra institución que lo desee. Serán pocos días, apenas 3, y hay que aprovechar al máximo las posibilidades de narrar adonde sea.
-Mirá Inés, acá me preguntan…Vos narrarías en la cárcel? – pregunta Clara, principal gestora y espíritu afín.
Por supuesto contesto que por supuesto, y nos hacemos un tiempo entre escuela y escuela para una entrevista previa con la oficial encargada de las actividades culturales que se le ofrecen a los internos. La oficial nos da datos, el público estará compuesto por hombres: número entre 15 y 30, edad entre 20 y 35, causa entre robo a mano armada y abuso sexual. La asistencia será voluntaria. De acuerdo. Aun sabiendo de antemano la respuesta, preguntamos: no, no se pueden sacar fotos. Haremos la actividad esa misma noche, a las 19, cuánto durará… unos cuarenta minutos? Vemos, a lo sumo una hora… vemos.
A las 19 Clara y yo estábamos dejando documentos, llaves, blisters de aspirinas en la recepción de la alcaldía. Quedaron en un casillero, restos de identidad. Eso sí, llevamos con nosotras algunos fantasmas y cierta inquietud que cuidadosamente no nos transmitimos.
El guardiacárcel nos lleva hacia el espacio común donde los presos toman clases. Es una sala sin ventanas, iluminada por tubos fluorescentes, con una puerta que da al pasillo que conduce hacia afuera y otra que se interna en sus espacios. Una mesa larga y varias sillas de plástico habilitan el aula, otra mesa espera en un rincón no iluminado. Cuando entramos hay dos internos jóvenes con una profesora que está terminando su clase. De alguna manera tranquiliza ver las carpetas, las hojas en folios, territorio conocido.
La profesora charla algo con nosotras y se va. El guardia también se fue, inadvertidamente, un rato antes.
Ellos entran de a pocos, casi de a uno. Se van sentando detrás de la mesa, enfrente del lugar que nos dejan. Parece una mesa de examen, y justamente eso dice Clara. Todos bromeamos algo sobre esa situación y acercamos sillas, todavía nos estamos midiendo.
-¿Y qué les voy a contar a ustedes?- me sale decir, y como me sale lo digo.
Les cuento quién soy y qué hago- que es lo mismo-, de dónde vengo. Uno de ellos, muy jovencito, cuenta que él conoce Merlo, una cosa trae otra y así desembocamos en leyendas sin decir que son leyendas, sino lo que la gente cuenta, que al fin eso es lo que son. Seguimos con cuentos, sucedidos, anécdotas que varios aportan y vamos pasando todos de la reticencia, la desconfianza y el descreimiento inicial a escuchar, opinar y dejar que las historias nos tejan en la misma trama.
Y por si esto fuera poco:
-No se tomaría unos mates?- pregunta e invita uno. ¡Y cómo no!
Y ahí se termina de armar el círculo, mate y cuentos en el SUM de la alcaldía, una noche de junio, pavada de programa.
En suma y para no cansar: una actividad de 40 minutos, una hora con suerte y confianza, duró una hora y media y eso porque miramos el reloj. Un aplauso en serio – una ya sabe cuándo es en serio - ¿Cuándo vuelven? por despedida.
Salimos a la recepción a buscar lo que habíamos dejado en el casillero. Restos de identidad; la parte más significativa, la llevábamos enriquecida con lo que vivimos adentro.
Ya en la calle en medio de la nevada, no encontrábamos la camioneta, no por despiste, sino por emoción.
¿Ahora qué hacemos con todo esto que nos llevamos?
Ushuaia quedó registrada en muchas fotos, hermosas fotos de nieve, y paisajes, y gente, y montañas y exteriores . Algunas ilustran esta nota.
Sin embargo lo más intenso y conmovedor no figura en imágenes. Es que hablamos de interiores.
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